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A las 2 a.m. de hoy lunes 06 de noviembre, a la edad de 85 años falleció el maestro Jaime Llano González.

Su velación se llevará a cabo desde el medio día de hoy en la funeraria la Candelaria sala 2. En horas de la tarde sus familiares ofrecerán información sobre su funeral.

Su legado musical está circunscrito a la interpretación del organo, el cual puso de moda en Colombia en la década de los 70’s. Así mismo fue influyente como director artístico de sonolux, sus decisiones beneficiaron a muchos artistas, entre ellos José A Morales, su gran amigo.

Jaime Llano González

Titiribí, Antioquia, 1932 / Bogotá, 2017

SERENATA AL ORGANO

Por JOSÉ PATROCINIO CASTAÑEDA R.

Al son de tiples, bandolas y guitarras se creó en Santafé de Bogotá un nuevo espacio para la defensa, promoción y divulgación de la música colombiana: El Primer Encuentro con la Música de Región Andina.

Como en las tertulias de antaño, los artistas se dieron cita la noche del sábado 6 de septiembre de 1997, para mostrar su talento y expresar su sentimiento musical a Colombia, esta vez representada en una figura que por más de 40 años ha interpretado los aires nacionales con virtuosismo y mucho amor: el maestro Jaime Llano González.

Todo estaba «fríamente calculado». El Escenario: El Club de Profesores y Exalumnos de la Universidad Nacional de Colombia, Los Buhos; los artistas: Beatriz Arellano, Julio César Alzate, Jaime R. Echavarría, Sombra y Luz, Trío Cedeño, Cuarteto León Ferrer, Opus 3, Hugo y Gilberto, Grupo Improntus, Cuarteto Médico Colombiano y Trío Maestros. El repertorio: Bambucos, pasillos, danzas, guabinas, valses y boleros. El público: los amantes y seguidores de los aires del interior.

La noche se convirtió en cómplice de la cálida serenata que se le brindó al maestro Llano, una de las glorias del arte nacional, quien en compañía de su esposa Luz Aristizábal, recibió el homenaje en reconocimiento a su labor divulgativa de la música colombiana.

Esa noche el maestro no lució tan serio como lo veíamos en televisión. Su rostro dibujaba la sonrisa sincera del hombre maduro que supo arrancarle al teclado la dulzura de la patria, pese a la crisis y los problemas de violencia que en los últimos años han afectado al país.

El nombre del maestro Jaime Llano González es muy familiar para todos los colombianos. En sus largos cuarenta años de vida artística ha enseñado a nuestros compatriotas a amar y sentir nuestra música, a través de grabaciones discográficas (más de 70 larga duración); programas de televisión como «Los Maestros», «Tierra Colombiana», «Así es Colombia» y «Reportaje a la Música»; Programas estelares en Radio Santafé, presentados por don Alberto León Ossa Henao, como «Fantasía», «Postales de Colombia» y «Al estilo de Jaime Llano».

Oriundo de Titiribí (Antioquia), donde nació el 5 de junio de 1932, este tímido paisa logró «venderle» a Colombia el registro de un instrumento que solamente se oía en las iglesias, como es el órgano, y cuya moderna confección electrónica tiene grandes enemigos entre los ortodoxos maestros de la música.

Jaime Llano cambió su vocación de médico por la música, a pesar de las duras críticas de su señora madre, doña Magola González, quien no quería ver a su hijo convertido en «serenatero». Sin embargo, pudo más el capricho del talentoso joven que los insistentes ruegos de la tierna madre. Así, en 1952 se desplazó a la capital de la república donde conoció al maestro Oriol Rangel quien se convirtió en su maestro y luego compañero de fórmula.

Son muchos los recuerdos que afloran de esta gloriosa época de la música colombiana. Era la radio de espectáculo, de programas en vivo, con solistas nacionales e internacionales que se daban cita diaria para recorrer el repertorio romántico colombiano y latinoamericano. Recordamos las grandes orquestas de emisoras en Bogotá y Medellín, donde se reunía gran talento musical para expresarle a la audiencia colombiana, en emisiones en vivo, la grandeza de sus artistas y la riqueza musical de las regiones.

Esa fue la Época de Oro de nuestra radio y en ella se consagró Jaime Llano como intérprete, arreglista y director. En su largo recorrido por el mundo del arte, vale la pena destacar sus actuaciones en ciudades de los Estados Unidos, Centro y Suramérica, al igual que sus giras por Europa y el Medio Oriente, donde pudo mostrar su talento y la belleza de nuestra música. Al respecto nos dice Jaime, «la giras eran muy cortas por que yo lejos de mi tierra me siento muy aburrido y echo de menos los fríjoles, la arepa paisa y el aguardiente».

EL maestro es un excelente conversador y contador de anécdotas pero solamente lo hace en tertulias con amigos. Frente a una grabadora o una cámara de televisión es el hombre más tímido y de pocas palabras que se conozca. Sostiene que él habla con su instrumento y prefiere tocar antes que responder entrevistas. Jocosamente sostiene que solo le teme a dos cosas: «una ira de Dios y una escasez de aguardiente»

Así es Jaime Llano. Un hombre sencillo. Un paisa auténtico y descomplicado que no se ha dejado cambiar por la fama.  Padre de tres hijos: Luis Eduardo, Jaime León y Maria Helena. Un artista integral que en sus veladas musicales con los amigos, no vacila en pedir una pausa para rendirle tributo a Colombia, interpretando el Himno Nacional y obligando a los asistentes a escucharlo con respeto.

Ha recibido gran cantidad de homenajes y galardones. Entre otros: «La Cruz de Boyacá», «La Orden del Arriero», «El Hacha de Antioquia», «El Cacique Tundama», «Ciudadano Meritorio de Santander», «Ciudadano Meritorio del Valle del Cauca», «La Ñapanga de Oro», y 10 Discos de Oro por ventas de sus producciones discográficas.

Al momento de hacer entrega del Buho de Oro, junto con un pergamino al maestro Jaime Llano González, el Presidente del Club de Profesores de la Universidad Nacional, doctor Jorge Gutiérrez, expresó: «Usted representa lo noble, lo bueno, y en grado superlativo, la conciencia artística de nuestra patria; en momentos en que todo parece derrumbarse en ella, su mensaje musical hace renacer la fe en nuestra querida Colombia».

Entre bambucos y pasillos, se fue «llenando la noche con rumores de canción» y los artistas participantes en el Primer Encuentro con la Música de la Región Andina Colombiana, se mostraron complacidos al saber que ya en la capital se cuenta con una nueva tribuna para el rescate y la divulgación de las expresiones típicas colombianas. Esperamos que el próximo año caiga nuevamente el telón para expresar con sentimiento y amor de colombianos: ¡Música maestro!

Tomado de la Revista Futuro No. 2, noviembre de 1997

 

Homenaje Jaime Llano González

El órgano legendario

 

Juan Carlos Piedrahíta B.

Jaime Llano González es el hombre orquesta. Para conseguir lo que él hace algunos requieren una sinfónica completa o, en el mejor de los casos, un trío o un conjunto de cámara. El es autosuficiente y tan sólo necesita sus manos apoyadas estratégicamente en un mueble de madera con filas de teclas blancas y negras. El aparato, inmenso y espacioso por demás, se llama órgano y es el respaldo perfecto para que el maestro adelante un recorrido por los aires más conocidos de nuestra música.

Jaime Llano González, maestro del órganoLos sonidos del interior tan populares desde las décadas del 60, 70 y 80, son reconocidos, en gran medida, debido a su gestión, pensada sin contemplar fronteras y con el ánimo de enriquecer las atmósferas artísticas del país en el que nació el 5 de julio de 1932. Titiribí, en el departamento de Antioquia, fue su primera plaza y desde allí comenzó a cosechar el gusto por esta música que durante su infancia y su juventud era denominada como ‘de carriel’.

El maestro Llano González estudió algunos semestres de medicina, pero el poder de la música fue más fuerte y se dedicó al aprendizaje del lenguaje de las notas aplicadas a los instrumentos de las teclas. Después de culminar su bachillerato en Medellin, se radicó en Bogotá y en esta ciudad conoció a quien, después de su mamá (doña Magdalena González), ha sido su mayor influencia en el medio artístico.

Oriol Rangel. Con él fundó el conjunto Los Maestros, uno de los primeros grupos dedicados a la musicalización de programas en televisión como Así es Colombia, Tierra colombiana, Reportaje a la música y Embajadores de la música colombiana, espacio que permaneció al aire durante casi una década.

Uno de los méritos más importantes de Jaime Llano González es que se arriesgó. El ubicó en el mismo renglón las manifestaciones folclóricas de Colombia y un instrumento como el órgano, dedicado durante siglos a la música clásica y al acompañamiento de misas y demás expresiones que ofician los actos litúrgicos. Pensó en la manera en la que tanto la música como su instrumento se compenetraran, crecieran al unísono y se hicieran el favor mutuo de consolidarse. Y lo ha logrado.

Con el órgano, esa extraña especialidad y su mayor afición después del bambuco, porque varios de estos instrumentos adornan su casa y asegura que cada uno tiene su personalidad, les ha dado una dimensión internacional a los aires del interior colombiano y desde su intervención se escuchan en el mapa mundial pasillos, guabinas, torbellinos y, por supuesto, bambucos. El maestro ha realizado arreglos de algunas de las piezas emblemáticas en el espectro nacional, pero también ha compuesto piezas memorables en su particular lenguaje. Si te vuelvo a ver, Puntillazo, Nito y Orgullo de arriero forman parte de su acervo personal.

«A pesar de que los instrumentos de tecla producen notas similares, éstos son bien distintos. El piano es un instrumento de percusión al momento de amortiguarse las teclas con el martillo, mientras que el órgano es de viento», comentó en alguna oportunidad Jaime Llano González, cuando se le interrogó sobre las similitudes y diferencias entre el piano y el órgano.

Su mayor preocupación es que toda la tradición de la música del interior se está perdiendo, porque a las nuevas generaciones de intérpretes y compositores lo primero que les enseñan es a tocar canciones foráneas como Happy Birthday y varias del repertorio de los Beatles. Así que piensa que todo su esfuerzo de más de 50 años de actividad musical se puede perder si no se diseñan estrategias para difundir las melodías tradicionales del interior del país.

El maestro Jaime Llano González vive en la actualidad una compleja situación con su salud, empeorada desde el viernes pasado, cuando fue hospitalizado en la Fundación Santa Fe, en el norte de Bogotá, debido a un coágulo en el cerebro. Su intervención quirúrgica, programada para los primeros días de esta semana, reviste de un riesgo mayúsculo, porque requiere incisiones en la corteza cerebral. El cuadro médico espera una evolución satisfactoria, al igual que el país musical, que lleva aprendiendo de Jaime Llano González más de medio siglo. ¡Música, maestro!»

Tomado del periódico El Espectador, 15 de mayo de 2012

 

 

Jaime Llano González, el hombre que cambió con el órgano la música colombiana

Palabras de Jaime Llano González durante un homenaje por sus 40 años de vida artística.
Cortesía Camilo Llano.

Si alguien ha introducido una novedad a la música colombiana es Jaime Llano González. Fue él quien se atrevió a tocar muchas de las piezas más representativas de los ritmos nacionales en órgano, un instrumento que para la década de los 50 era casi exclusivo para la música sacra, por lo menos en Colombia.

Este hombre puso a sonar en el teclado bambucos y pasillos que hasta antes de su llegada eran exclusivos del reino del tiple y de la bandola. Lo hizo con tal éxito que grabó 63 discos (LP) y sus interpretaciones se convirtieron en referentes para varias generaciones de colombianos que lo escuchaban en la radio, en la incipiente televisión o que podían ir a verlo tocar en cafés como La Cabaña, de Bogotá. Allí interpretó profesionalmente por primera vez y por un buen tiempo.

Nacido en Titiribí (Antioquia), Llano llegó al teclado en contra de su madre, Magdalena González, quien aunque era maestra de piano en Medellín, se negaba a introducirlo en el mundo de la música. “Ella no quería que se volviera serenatero”, recuerda Marielena Llano, hija del maestro.

Pero él aprendió de doña Magola, como le decían a su madre, a leer música y, por lo menos, tres canciones completas con las que empezó a tocar.

Egresado del Liceo de la Universidad de Antioquia, empezó a estudiar medicina en el mismo centro académico. “Pero tuvo que salirse porque no tuvo dinero –cuenta Marielena–. Entonces se fue a trabajar en el Banco de la República y allí estuvo hasta que un señor le dijo que se fuera para Bogotá a vender órganos en J. Glottman”.

En la capital del país se dio cuenta de que lo suyo con el órgano era tocarlo y no venderlo, pues no tenía el don para hacer que los clientes se llevaran los aparatos. Sin embargo una venta le ayudó bastante: “Un señor estaba interesado en un órgano, pero le dijo que de la única manera que lo compraría era si mi padre se iba con él para la Voz Amiga, de Pereira, a tocarlo”. Llano aceptó y fue el organista de la emisora durante seis meses, pues la Voz Amiga cerró y el músico tuvo que volver a Medellín.

Allí estaba Luz Aristizábal, la mujer que desvelaba al artista. “Él me llevaba serenatas. Antes de casarnos me llevó catorce”, recuerda su esposa, sentada a su lado, junto a su hija y un nieto, Camilo, que es ingeniero de sonido. Todos están con él en Medellín, donde el artista pasa unos días desde que este año sufrió una enfermedad que lo llevó a una operación delicada. De allí regresará a Bogotá, donde reside.

Influenciado por un primo que le dijo que en Medellín no iba a llegar a ninguna parte, decidió volver a Bogotá. Con el primo fue al café La Cabaña y se aventuró a pedirle al dueño que lo dejara tocar una pieza en el órgano del lugar. “El señor –cuenta Marielena– le dijo que no. Que en el café no tocaban aficionados”. Pero al final de la noche el propietario decidió dejarlo tocar una pieza.

Llano se sentó al órgano e interpretó una de los tres temas que conocía perfectamente. Lo siguiente que le dijo el negociante fue que le pagaría mil pesos mensuales para que estuviera de planta. “Se vino para Medellín y me propuso matrimonio. Nos casamos en la iglesia de San Joaquín (un barrio tradicional de la ciudad), el 11 de octubre de 1954”, dice su esposa.

“Alquiló un apartamento muy bonito en Chapinero y un piano y empezó a estudiar todos los días. Bogotá era muy chiquito, no iba más allá de la calle 72 y no había casi nada. Nosotros vivíamos en la 42. Al año, compramos un televisor que nos costó 400 pesos y los mil pesos del sueldo nos alcanzaban para pagar el apartamento, ir a cine los domingos y viajar a Medellín, de vez en cuando”, recuerda, doña Luz.

El reconocimiento

Lo que sí había en Bogotá, eran emisoras y televisión. Al poco tiempo, el director de La Voz de Colombia lo llamó para que hiciera un programa con la cantante Berenice Chávez, todos los días, a la una de la tarde.

“Después, ella lo llevó a la emisora Nueva Granada y le presentó al maestro Oriol Rangel. Él se encantó con mi papá por lo bien que tocaba los bambucos”, cuenta Marielena. Surgió, entonces una gran amistad y un respeto profesional mutuo.

Llano tocaba un instrumento que ningún otro artista de música colombiana interpretaba y empezó a hacerse famoso. Luego del retiro de Rangel de la emisora, dirigió su orquesta y empezó a alternar con extranjeros que llegaban al país, como Alfredo Sadel o el famosísimo mexicano Pedro Vargas, a quién –dicho sea de paso- llevó a su casa para darle una serenata a su Luz.

El salto a la televisión fue natural. Allí hizo programas como Los maestros, Así es Colombia y Tierra colombiana. Eran los tiempos del blanco y negro, de presentaciones en vivo y de una Colombia cuyos habitantes se conectaban por medio de la radio y la televisión. Llano estaba en ambos medios y su órgano se volvió tan popular y común para los oídos de los colombianos como el Himno Nacional (que, de hecho, grabó).

Estaba tan presente en el día a día que su madre tuvo que reconocer que su hijo había logrado algo muy grande. Lo hizo involuntariamente, según recuerdan en la familia de Llano: “Cuando mi abuela hacia sus oficio en la cocina, dejaba el televisor prendido para oír desde allá. A veces la imagen se iba, porque se dañaba con cierta frecuencia, y ponían unas barras con la música del órgano de mi papá. Entonces, cuando mi abuela lo oía desde la cocina, gritaba: ‘¡ya se volvió a dañar la televisión!’”.

El reconocimiento materno fue oficial cuando un día, mientras Llano estaba de visita, le dijo: “Me ganaste”. Jaime Llano solo se sonrió.

Los años siguieron y la música colombiana dejó paso a otros ritmos. Hoy Jaime Llano, que se presentó en varios países y en otros continentes en una época en la que pocos artistas colombianos lo hacían, disfruta de su familia. No es un hombre rico, pues su hija recuerda que a los artistas colombianos no les pagaban tanto como a los extranjeros y que no faltaron quienes incumplían con los contratos.

Pero lo tocado no se lo quita nadie. Basta ver Youtube: al poner su nombre en el famoso sitio de videos, solamente en la primer pantallazo, los videos han sido vistos más de 500 mil veces. Nada mal para un hombre de 80 años que empezó su profesión en una época y un país en el que la gente hablaba de ‘la magia de la televisión’.

Aunque en 1986 recibió la Cruz de Boyacá, y ha gozado de muchos otros reconocimientos, este homenaje del sector Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá es importante, según asegura su hija: “Es un muy valioso, porque a la gente hay que reconocerle los méritos, lo que han hecho honestamente. Él siempre tuvo un gran compromiso con los artistas, nunca permitió que sus compañeros trabajaran sin pago (como muchas veces le propusieron). Para él, eso era un irrespeto. Él se hizo en Bogotá y este homenaje en sus casi 60 años de vida artística tiene mucho valor”

Texto suministrado por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, 2012 

Estos articulos también están publicados en http://www.colarte.com/colarte/ConsPintores.asp?idartista=13022&pest=recuento

About Post Author

Paola Ramirez

Paola Ramírez es Comunicadora Social, periodista cultural, locutora, productora radial y audiovisual. Maestra de ceremonias y asesora de comunicaciones de la escena cultural colombiana con más de 20 años de experiencia. Con Festivaliando genera una propuesta de comunicación cultural al servicio de artistas, gestores y públicos.
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